Hace un par de semanas, con la Negra y con una pareja amiga, nos fuimos a clavar el fin de semana a Mar Azul, para quienes no tienen idea de dónde queda, es a un par de kilómetros pasando Mar de las Pampas. Todavía no está tan atestado de construcciones y el precio del alojamiento es bastante más barato, casi la mitad, diría. Eso sí, no tenés nada ahí y debés movilizarte para Mar de las Pampas para aunque sea tener un almacén.
La idea surgió de un día para el otro y casi no hubo planeamiento, llegamos un vieres a eso de las 12 de la noche, bastante cansados de toda la semana y de haber viajado unos cuantos kilómetros hacia ahí. Llegamos y nos pusimos en contacto con el dueño de la cabaña, quien vino y nos proporcionó las llaves de las mismas. Las cabañas estaban bien, tenían lo necesario aunque era un poco frías. Las piezas tenían su propio radiador, pero no eran demasiado potentes, entonces hubo que taparse con todo lo que teníamos a mano.
A la mañana siguiente, lo que sería sábado a la mañana, me levanté con todas las intenciones de hacer un fueguito, yo como buen piromaníaco siempre ansío llegar a esos destinos para poder armar un fuego. Resulta que, empiezo a escrudiñar con qué elementos contaba para el fueguito y me doy cuenta que inicialmente, no tenía ni fósforos ni papel. Iba a ser complicado prender un tronco de leña.
Como no me importaba nada, y quería prender el fuego, di una segunda mirada entendiendo mejor el panorama. El calefón estaba prendido, entonces con un poco de papel higiénico, pude prender dos hornallas (ya eso era bueno para empezar con el calorcito), luego, en la mesa, había un centro de mesa el cual contaba con 3 piñas. No lo dudé, las sacrifiqué. Sigo mirando y resulta que había una revista del cable. ¿Cuando miro tele yo? Nunca. Entonces, ya tengo papel. Salí por alrededor de la cabaña y conseguí algunos tronquitos para poder seguir encendiendo el fuego, pero finalmente, con todos esos elementos, pude prenderlo. ¡Me sentía Robinson Crusoe!
El sábado ya sea para almorzar como para cenar, fuimos a comer a Amorinda, un increible restaurant de pastas caseras y que por suerte puedo comer todo sin sal. Nos trataron bárbaro, buen vino, champagne y tambien una deliciosa entrada bien tana que es para chuparse los dedos.
Luego de almorzar nos equipamos un poco mejor con diarios, fósforos y quebracho para poder mantener mejor el calor de las casas. Aparte, había llovido hace poco y eso hacía que el frio sea mayor, invlusive, había muchísimo barro en las calles y cuando nos trasladábamos con el auto, parecía un rally. Durante el finde no llovió y eso hizo que las calles se secaran un poco, ¡aunque el auto quedó notablemente marcado por las falencias del terreno!
Mar Azul es ideal para descansar, hacerse un fueguito y relajarse. Las cabañas tenían parrillas pero con el ofri que hacía no daba para hacer asado. Quizas una visita a fines de invierno, no esté tan frio, de para fueguito y al mismo tiempo para asado.
La idea surgió de un día para el otro y casi no hubo planeamiento, llegamos un vieres a eso de las 12 de la noche, bastante cansados de toda la semana y de haber viajado unos cuantos kilómetros hacia ahí. Llegamos y nos pusimos en contacto con el dueño de la cabaña, quien vino y nos proporcionó las llaves de las mismas. Las cabañas estaban bien, tenían lo necesario aunque era un poco frías. Las piezas tenían su propio radiador, pero no eran demasiado potentes, entonces hubo que taparse con todo lo que teníamos a mano.
A la mañana siguiente, lo que sería sábado a la mañana, me levanté con todas las intenciones de hacer un fueguito, yo como buen piromaníaco siempre ansío llegar a esos destinos para poder armar un fuego. Resulta que, empiezo a escrudiñar con qué elementos contaba para el fueguito y me doy cuenta que inicialmente, no tenía ni fósforos ni papel. Iba a ser complicado prender un tronco de leña.
Como no me importaba nada, y quería prender el fuego, di una segunda mirada entendiendo mejor el panorama. El calefón estaba prendido, entonces con un poco de papel higiénico, pude prender dos hornallas (ya eso era bueno para empezar con el calorcito), luego, en la mesa, había un centro de mesa el cual contaba con 3 piñas. No lo dudé, las sacrifiqué. Sigo mirando y resulta que había una revista del cable. ¿Cuando miro tele yo? Nunca. Entonces, ya tengo papel. Salí por alrededor de la cabaña y conseguí algunos tronquitos para poder seguir encendiendo el fuego, pero finalmente, con todos esos elementos, pude prenderlo. ¡Me sentía Robinson Crusoe!
El sábado ya sea para almorzar como para cenar, fuimos a comer a Amorinda, un increible restaurant de pastas caseras y que por suerte puedo comer todo sin sal. Nos trataron bárbaro, buen vino, champagne y tambien una deliciosa entrada bien tana que es para chuparse los dedos.
Luego de almorzar nos equipamos un poco mejor con diarios, fósforos y quebracho para poder mantener mejor el calor de las casas. Aparte, había llovido hace poco y eso hacía que el frio sea mayor, invlusive, había muchísimo barro en las calles y cuando nos trasladábamos con el auto, parecía un rally. Durante el finde no llovió y eso hizo que las calles se secaran un poco, ¡aunque el auto quedó notablemente marcado por las falencias del terreno!
Mar Azul es ideal para descansar, hacerse un fueguito y relajarse. Las cabañas tenían parrillas pero con el ofri que hacía no daba para hacer asado. Quizas una visita a fines de invierno, no esté tan frio, de para fueguito y al mismo tiempo para asado.