Al día siguiente de haber llegado a Ilha Grande, decidimos ir luego de un desayuno simple a la agencia de turismo en donde nosotros teníamos pre bookeadas dos excursiones. Una era a Lagoa Azul y la otra a Praia Lopes Mendes. Tenía excelentes referencias de Lopes Mendes y como el día estaba bastante lindo, optamos por ir ahí. Para llegar a Lopes Mendes había que subirse a un barquito quien gentilmente te llevaba hasta otra playa y de ahí tenías una caminata de unos 20 minutos hasta la playa de Lopes Mendes. El viaje en el barquito fue corto, no hubo traspiés en el mismo y sin inconvenientes llegamos al muelle destino, luego ahí nos dijeron amablemente que sigamos el sendero que nos llevará a la playa tan deseada.
El sendero era el sendero de la muerte. Teníamos que subir morros, bajadas peligrosas, barro, muy patinoso, recontra exigente y desgastante. La Negra estaba con un nivel de fastidio importantísimo, hacía calor, estaba lleno de bichos y de la playa ni noticias. Llegamos a la playa. La verdad, valió la pena el esfuerzo. Yo no soy un tipo de mucha playa, de hecho son muy pocas las veces que fui a playas, pero esta playa era evidente que estaba buena. La arena sin llegar a ser blanca, tenía un bello tono blancuzco y cuando la pisabas hacía como un sonido dulce de bienvenida, se sentía muy suave en los pies. Caminamos unos metros en busca de un poco de sombra y mientras caminábamos, las analogías con la isla de Lost no tardaron en llegar. La playa tiene forma de bahía de varios kilómetros de largo y unos 30 metros de profundo de arena hasta llegar a una pared de vegetación, constituida entre otras cosas por palmeras. A los costados de la bahía y en el fondo se ven morros, con lo cual hace que la pared de vegetación sea más alta, y también llegando a las puntas de las bahías hay piedras de gran porte, que añade belleza según mi criterio, le da un toque caribeño sensacional. El mar es bastante agitado contra lo que yo suponía y tenés gran cantidad de surfers practicando e inclusive tenés dos pibes que te alquilan tablas de surf. El tipo que hace surf, tiene su propio equipo, y el que no sabe surf y alquila una tabla a ver qué onda, pone en riesgo su vida, con lo cual decidí no alquilar tablita de surf.
Como era de esperar también, varios chicos vendiendo gaseosas y cervezas ya que el calor era extenuante; refrescarse en esos momentos es clave, sino, la podés pasar mal. Con la Negra nos tiramos a la arena y a los 10 minutos ya el aburrimiento nos mató, así que decidimos ir al mar. El mar estaba lindo, pero tenía unas correntadas infernales, lo que no quitó que nos metamos igualmente. También hicimos varias caminatas y finalmente nos volvimos.
Cuando estábamos esperando el barco de vuelta, Fiona aparece nuevamente en escena y esta vez decidimos ponernos a hablar con ella, era raro, parecía que la mina me había seguido durante mi estadía en Inglaterra. Vivía cerca de Bristol y había trabajado muy cerca de Camberley. ¡Y Camberley es muy chico como para que mucha gente trabaje cerca de ahí! Fiona nos contaba que iba por un casamiento de una amiga de ella que era brasilera y se casaba en Belo Horizonte.
Me encanta de los viajes que uno siempre se puede poner a charlar con gente de todo el mundo y uno siempre encuentra algún punto de contacto o algo en común a pesar de ser almas dispersas en el mundo.
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