Finalizada nuestra estadía en Kusadasi, íbamos a hacer noche en el bondi para trasladarnos a Estambul, ante un frustrado intento del turco del hotel que nos quería hacer pasar otra noche más ahí y vendernos pasajes en avión para no perder el tiempo, nos acatamos al bondi por cuestión de costos. Un shuttle nos pasó a buscar por el hotel y nos llevó hasta la Terminal de bondis de Kusadasi, el viaje fue corto, pero fue suficiente para meterse por mil callecitas súper angostas y que metían miedito a veces.
Empezó la odisea del bondi, nunca creí que viajar en bondi incluía tantas aventuras como la de este viaje. Había un muñeco al lado del micro disfrazado de muñeco de torta. Muy peculiar su indumentaria, sobre todo para andar en bondi. Intento hablar con el pibe, preguntándole si efectivamente ese era el bondi hacia Estambul, pero comunicarse era bastante complicado, los pibes no entendían un fútbol de inglés.
Cuando intento despachar la valija, el muñeco de torta (de ahora más el tortero) me dice algo así como “Jala Jala” y no entiendo mucho, veo que me lo repite aún más fuerte como si mi problema fuera auditivo, pero sigo sin entender. Acto seguido le dice “Jala Jala” a otro muñeco de la línea de ómnibus y el otro cacha mi valija y la pone del otro lado del bondi.
La Negra andaba con lija, así que había ido a comprar un par de sánguches de cerdo para ir picando. Nos sentamos y nos disponemos a comer y viene el tortero de nuevo y nos dice “Jala Jala”. Obviamente no le entendemos ni medio y el flaco, en un acto de histrionismo sublime hace la siguiente dramatización: Se tapa la nariz y hace gesto como si alguien se hubiera cagado muy mal, al mismo tiempo diciendo “ughhhhh fuchiiiiiii uhg”. Lo entendimos, morfar en el bondi no se puede porque deja olor. Como todavía faltaban unos minutos para salir, nos atoramos con el sanguche abajo, aunque inmediatamente vemos nos tenemos que volver a subir, el micro finalmente partía.
Hicimos 200 metros y la Negra dice, voy al baño, se manda al biorsi, y cuando la Negra esta en el baño, se me acerca el tortero y me dice “Jala Jala”. De nuevo no entendí lo que me quería decir, el tortero llama al otro muñeco, al de la valija, quien le explica la situación y me repite “Jala Jala”. Finalmente entendieron que yo no sabía hablar turco, entonces el tortero entró a atorar a todos los pasajeros hasta encontrar uno que hablaba turco – inglés para poder comunicarse conmigo. Un pibe, macanudo, nos explica que al baño solamente se puede ir cuando el bondi para. Acto seguido, y sin costarnos mucho reflexionamos, ¿para qué mierda está el baño si uno tiene que ir cuando al fercho se le canta y no cuando al aparato digestivo/urinario lo pide? Al toque para el bondi. Me tiré de cabeza al baño porque yo ya veía que después me tocaban 14 horas de ruta al palo y que me moría ahogado en mi propio pis. Cuando bajo raudamente, el tortero literalmente me tacklea y me dice “Jala Jala” y yo le explico que solamente voy al baño. El tortero me larga y finalmente pude ir.
Esta parada fue a los 10 minutos de salir de Kusadasi, luego de esa parada, 10 minutos mas tarde, vuelve a parar y esta vez por 20 minutos. Nos habíamos tomado un bondi lechero fatal, no íbamos a llegar más. Por otro lado, me despreocupé por el baño, porque me di cuenta que cada 10 minutos iba a tener la posibilidad de ir.
Cuando hacemos la parada, nos tomamos un te de manzana mientras hacíamos tiempo, y vemos un joven parburillo que se acerca a la unidad con un cepillo, una manguera y jabón. El flaco se puso a lavar la unidad. Tenían toda la técnica armada, ataron la manguera al cepillo con palo largo y lo frotaban asiduamente contra todo el largo de la unidad. Me llamó bastante la atención que laven el bondi en el medio de un recorrido, pero visto y considerando lo limpios que son los turcos, lo aceptamos.
Terminada la parada, subimos al bondi y el tortero empieza a tirar un monton de líquido a las salidas de aire para mantener el olor rico y que no haya olor a bofe. Se repetía esta situación en reiteradas ocasiones, el flaco tenía como 4 frascos vaporizadores los cuales aplicaba según su criterio. Luego de olorizar la unidad por dentro, el tortero gentilmente ofreció colonia a todos los pasajeros para que puedan olorizarse. La colonia no es lo mejor que tienen, se ponen litros pero es medio chota, ¡lo que importa es la intención!
La Negra ya estaba durmiendo y yo aproveché para escribir más posts y nada mejor que calzarme el iPod para esas cosas. Tal como puse en uno de los post anteriores, nada mejor que Hermética para inspirarme. Estaba cerca del éxtasis escuchando Tu Eres Su Seguridad, cuando viene el tortero y me dice “Jala Jala” nuevamente. Me mira el iPod y se tapa los oídos como si estuviera muy fuerte. Increíble, el tortero este me había retado más veces que mi vieja en toda mi vida. Luego de escribir un rato, el bondi para por millonésima vez en un paraje en el medio de la nada. Vuelven a lavar la unidad. El viaje ya estaba teniendo matices bastante surrealistas, cada minuto era una historia distinta.
Luego de varias horas, llegamos a Estambul. La estación de ómnibus de Estambul es una maraña de calles, dársenas, micros, gente a los gritos con miles de paquetes y negocios que venden de todo. En MyHostelWorld siempre te explican como llegar de varios puntos al hotel pero en este caso la explicación había sido muy pobre. Con la Negra dijimos, bueno, buscamos un puesto de turismo y preguntamos. Patrañas, no hay nada de nada con respecto al turismo en la estación de bondis. Entonces, no quedaba otra que empezar a preguntar. Los turcos que viajan en micro, no suelen ser gente bilingüe y que entienda perfectamente lo que queremos. Finalmente, hablando con otros dos chicos que eran turistas y con otro turco que le ponía mucha onda, había que subirse a otro micro que Dios sabe quien lo ponía y había que ir hasta cierto lugar para luego tomar el metro. Nos subimos al micro más chiquito y no entendíamos nada. No entendíamos a donde iba, por donde iba, en donde terminaba, en donde paraba, nada. Luego de andar unos 5 minutos, aparecen carteles que dicen Sultanahmed, que es la zona por la cual nuestro hotel se hallaba. Así que medianamente respiramos. Misteriosamente, los carteles desaparecieron, con lo que nos empezó a invadir un poco el descontrol. Hablo con otro turco que no hablaba inglés, le señalo la dirección y me dice “Jala Jala” haciéndome indicaciones hacia la puerta. Nos bajamos de cabeza.
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